viernes, 26 de febrero de 2010

La Danza del Torito de Silao Gto

     Casi a diario, en la mañana o en la tarde, se arma tremendo alboroto en la calle, se suspenden las actividades por un momento, los chiquillos corren a su encuentro...es la llegada del Torito. Y aunque uno lo quisiera pasar por alto, se vuelve casi imposible, pues el sonido de la flauta de carrizo, la tarola y los latigazos sobretodo, son realmente impresionantes. Por algunos minutos la calle se convierte en un pequeño carnaval, el diablo haciendo enojar al toro suelto y éste a su vez causando "la muerte" de todo aquél que se cruze por su camino, causando la risa (y en algunos el miedo) de todos, pero sobretodo de los más chicos. Y así vá pasando hasta perderse a lo lejos por las calles hasta "quiensabe hasta donde".

     Esto sucede aquí en León, pero su verdadero origen está en el mero Silao Gto. y de allí se ha extendido por todos sus alrededores, hablamos de Romita, Manuel Doblado, Purísima, San Francisco del Rincón, Irapuato, etc...Donde por mínimas características en sus personajes, no deja de guardar la misma esencia.

     Dicen que todo comenzó más o menos por el año de 1830 a consecuencia de un hecho real que sucedió en alguna hacienda de Silao, desde entonces se representa bailando con máscaras e instrumentos simples como los que ya anteriormente mencioné. Su intención es dejar en el espectador una enseñanza moral.

     En esta danza, todos los personajes tienen un significado que va más o menos así:

EL DIABLO representa la maldad y es el que se encarga de "encabritar" (hacer enojar) al toro con un largo latigo, y con el que también golpea el suelo produciendo un estruendoso ruido.
EL HACENDADO, o el dueño de la hacienda, representa la corrupción y la tiranía sobre su gente a cargo y anda en su "caballito".
EL CAPATAZ, el caporal de la hacienda o "El Mula", representa al machismo de la gente de la hacienda, es el más brusco, no tiene moral, es el que le anda "pedaleando la bicicleta" al Hacendado con su mujer y anda en su "mulita" o en su "caballito".
LA CATRINA, La Maringuia o la Mojiganga, es la esposa o la hija del hacendado, representa la coquetería y la seducción, anda bien apretadita de ropas, es una representación de lo femenino por excelencia.
LA SIRVIENTA,o la Borracha, siempre anda arremedando a la Maringuia y trata de hacer lo que ella, pero con su estado de ebriedad solo logra hacer mil desfiguros, se distingue por traer en sus brazos o en la espalda a su niño (un muñeco).
EL MARIDO DE LA SIRVIENTA, el Jorobado o el Moco como también le llaman por feo, representa al hombre pecador y anda siempre atrás de su esposa tratándo de salvarla del toro distrayendo a éste, pero solo logra hacerlo enojar más.
EL VIEJO, o el Ermitaño, representa  aquella gente que cree que con puras oraciones y súplicas todo se compone, es capaz de calmar al toro pero no de vencerlo.
LA MUERTE, representa la verdad absoluta, es la clave de la moraleja que al final nos dice que no importa tu condición en este mundo, seas bueno o malo, rico o pobre, todos nos tenemos que morir.

     Y de eso precisamente trata la Danza del Torito, pues ésta cuenta como en plena fiesta, un toro embravecido por el diablo, se escapa de su corral (o lo deja salir éste), causando el rebuelo entre los invitados y trabajadores de la hacienda. Los cuales a toda costa tratan de esquivar los embates del toro y tratan de meterlo en el corral sin poderlo lograr ya que el toro les causa la muerte a todos cuando hace su aparición ésta, y al final el mismo toro es vencido por la calaca.














La Nena y la Catrina

Comanja de Corona

     El Domingo por fin no animamos a darnos una "vueltecita" por Comanja, y digo nos animamos por que también se sacrificaron la Fabiola (mi esposa) y la Nena (mi hija). Desayunamos bien en casa, y salimos a la carretera, bajo la sombra de un mezquite,  a esperar el camión que pasa a las 10:45. Comanja es un pueblo que está al norte de la ciudad de León Gto. a unos 20 kilometros yendo por la carretera León-San Felipe, y que durante el virreinato el pueblo fue de gran importancia minera. Y durante la guerra de Independencia fue de suma importancia para los insurgentes, pues en su territorio se encuentra El Fuerte del Sombrero, de hecho en algún momento fue mal llamado El Fuerte de Comanja.

El inicio de la carretera León-Sn Felipe
por aquí cercas está el fraccionamiento donde vivo


La Fabiola y la Nena esperando el camión
 
     Y sin hacernos esperar mucho, subimos al camión que nos cobró, por el espectáculo que estabamos a punto de disfrutar, $22.00 pesotes por los dos, la Nena, claro, de gorra. Y se enfiló con moderada rapidez hacia la Sierra de Lobos. Los paisajes son majestuosos, tanto por las montañas que alcanzan los 2600 mts como por las barrancas que forman éstas mismas con sus faldas. La verdad es que aunque el camino es muy sinuoso uno no se cansa de admirar toda esa naturaleza y el tiempo pasa "volando". El camión salió de una cerrada curva y apareció la espectacular Barranca de Barbosa, hermosa y profunda haciendo resaltar en las alturas las peñas de la Mesa de las Tablas y la de los Borregos. Otras dos curvas y en las alturas, de manera soberbia apareció el Fuerte del Sombrero...El Nido de Aguilas.


     Hasta el fondo en lo más alto
El Fuerte del Sombrero

     Y así llegamos a Comanja, pueblo muy antiguo y pequeño, que conserva todo el sabor de la provincia y el recuerdo de su gran pasado, gente sencilla y amable.



     Lo cierto es que en Comanja hay muchas cosas, mucha historia que ver y visitar para pasarse unrato agradable.









     Lo primero que buscamos, fue su plaza principal, en el cual nos dimos cuenta que están por estrenar un hermoso kiosko que están a punto de terminar y que se vé hermoso al centro del jardín.


     Todo cubierto de canteras en su piso, sus arcos y su escalera, y un domo de ladrillo característico de los Altos de Jalisco. Bajamos de echarle un vistazo y atravezando la plaza llegamos a la Parroquia de la Asunción de la Santísima Virgen., donde se venera la imagen de Nuestro Padre Jesús.























     Esta imagen es realmente el alma de Comanja, y solo basta ver la cantidad de retablos y "milagros" que se han acumulado a lo largo de los siglos para darnos cuenta de la fe y la devoción que le tienen aquí y en sus alrededores.



     Estos son solo algunos de los retablos y milagros que hay en  ésta sala dentro del templo, ya que en sí toda la sala está "forrada" de ellos.
     Desde siempre me ha gustado mirar y observar los retablos, pues los considero como una expresión de arte popular muy especial, ya sea por lo que significan para el creyente, o simplemente por la sencillez que representan, pero ésta será otra historia...



A un costado de la sala de los retablos, pintada en la pared, existe ésta reseña sobre la imagen de Nuestro Padre Jesús y que dice exactamente así:



Reseña Histórica de la imagen de Nuestro Padre Jesús de Comanja.

     El Real de Minas de Comanja fue descubierto por Pedro Almíndez de Chirinos en 1531 en una expedición de españoles e indios aliados, por orden de Nuño de Guzmán a Zacatecas, extraviados por lo montañoso y lo tupido de la sierra alta, se vieron en la necesidad de acampar y fundar una congregación en un pequeño valle al pie de la sierra. Encuentran oro nativo a casi flor de tierra y los misioneros jesuitas le llevan un presente a los reyes de España y pidieron que les mandara un santo patrón para venerarlo en este lugar y poder aplacar la ira de los indios.

     El rey Fernando el Católico obsequió al Real de Minas de Comanja una imagen de jesus flagelado y martirizado ya que era una de las regiones más difíciles de la Nueva España.

     En 1551 había comenzado una sangrienta guerra entre tribus Chichimecas y Zacatecas contra los españoles y sus nativos aliados. La zona de Comanja era refugio de temibles guerreros Cuachichiles aliados con indios Tecuenxes y por el miedo no podía prosperar la explotación de las minas del Real de Comanja.

     Como siempre andaban en riña los habitantes de la Mina de los Remedios y los de San Pedro Mártir, en uno de los saqueos robaron la imagen de Nuestro Padre Jesús y la escondieron en la mina "El Horcón" y solo doce indios sabían que lo habían emparedado con mezcla y piedra  en un crucero de los túneles de la mina. Fueron muriendo y el último sobreviviente arrepentido, por la noche sacó la imagen y la metió en una caja de madera, la dejó en la Nueva Comanja entre las jaras del río, donde fue encontrada,  la llevan a la delegación para que la reclamara el dueño, pero al no hacerlo la abren para ver lo que tenía, descubriendo así la desaparecida imagen de Nuestro padre Jesús que posiblemente pasó cien años emparedado en uno de los túneles de la mina "El Horcón" (1590-1690). Mientras estuvo emparedado fue traída la imagen de la Asunción de la Santísima Virgen como titular de la nueva Comanja fundada en 1690.

     En la Guerra de Independencia desapareció todo culto en Comanja, la cual fue escenario principal de la actuación del caudillo Pedro Moreno, pero cuando volvió la calma, vuelve el fervor de la gente con más entusiasmo, a tal grado que se hace una capilla especial a Nuestro Padre Jesús erigida en 1871 conocida como la sacristía vieja.

    Durante la época de la Revolución, en 1914 la imagen de Nuestro Padre Jesús fue llevada a la Hacienda Arriba. El 17 de Enero de 1917 la traen de regreso en peregrinación, con regocijo y desde entonces se le hace la fiesta el Domingo último de Octubre fiesta de Cristo Rey, pero cuando se renovó el calendario litúrgico se cambio para el Domingo primero de Noviembre y hasta la fecha se sigue haciendo con gran fervor y provecho espiritual para la gente de toda la región.
     Desde 1960 la imagen de Nuestro Padre Jesús comenzó a salir en peregrinación a visitar todas las rancherías de la parroquia. sale también a visitar las casas de los comanjenses que viven en León Gto. por las colonias del norte de la ciudad. De igual manera a las parroquias la Asunción de Lagos de Moreno, San Miguel de Cuarenta y la Unión de San Antonio Jal.

     En 1972 se hizo una copia de Nuestro Padre Jesús para atender la gran cantidad de visitas, llamado "El Peregrino" y otra más en 1990 llamada "La Almita". En Agosto del 2004 se ha restaurado detalladamente la imagen original y se ha hecho una copia más en la ciudad de León Gto.


"Recuerdo de la Coronación de la Santísima Virgen de Guadalupe el 12 de Octubre de 1895"




     Salimos de la Parroquia, con el propósito de caminar para conocer los alrededores del pueblo, y es de sobra decir que a cada esquina que llegabamos encontrabamos algo interesante que ver.


    Monumento a Don Pedro Moreno, solo nos quedó la duda si así estaban ya los dos "pelones" que están junto a él.


     A un costado del monumento se encuentra ésta gran piedra de molino antiguo, y que la nena también se encargó de explorar.




Mientras más avanzabamos, íbamos descubriendo más del pasado de Comanja, como ésta finca, o lo que queda de ella, a punto de derrumbarse y que aún así conserva cierta vanidad y soberbia.

     Y que me dicen de éstas ruinas, que según yo parecen las de una exhacienda, por mala suerte no encontré a alguien que me pudiera orientar sobre la historia de ellas, pero espero pronto volver para descubrirla.



















Por todos lados se respira la Nostalgia y en cierto momentos nos daba la impresión de que vivíamos en otra época. Solo se pierde la calma cuando se escucha el estruendo de los visitantes que vienen en moto rumbo a la sierra, ya que hacen parada en la plaza para "echar taco" y para ponerse de acuerdo.


   

     Y la hora de partir llegó, todavía nos esperaba, nuevamente, el paisaje de la sierra y el retorno a la realidad, pero es seguro que volveremos aunque sea a llenarnos los pulmones de aire puro o "puro aigre" diría el otro.

jueves, 25 de febrero de 2010

El Son de la Negra su Verdadera Historia

     Creo que no hay en México "tonadita" más famosa y que logre ponernos la "carne de gallina" que El Son de la Negra. Es clásica en las Fiestas Patrias. En los pasados juegos olímpicos recuerdo que en la inauguración, se escuchó muy fuerte cuando apareció la delegación mexicana. Y es casi imposible que no se escuche en una fiesta que sea amenizada por un mariachi.
     En lo particular me encanta su inicio en tiempo lento y como poco a poco va aumentando su velocidad, como preparándonos para una explosión de emociones, hay quien dice que es la imitación de una locomotora antigua cuando comienza su andar, lo cierto es que de principio a fin nos mantiene con los pies con ganas de bailar.
     Y como siempre ando buscando "el porqué" de las cosas, medió gusto encontrarme con el "porqué" de éste Son y aquí se los comparto, es la historia de los hermanos Lomelí Gutierrez y de Albina Luna Perez...La Negra.

Tepic, Nayarit/Noviembre 4.- Un amor no correspondido inspiró el famoso Son de la Negra; el mismo que acompañó por años a Albina Luna, la musa inspiradora, por la calle Libertad cuando agarraba la banda y una cerveza para mostrar su alegría por la vida. Años después; Gracias a un arreglo para mariachi que hiciera Silvestre Vargas se convertiría en la canción popular más representativa de México dentro y fuera del territorio nacional.

Jesús Carranza Díaz, investigador en formación, es quien se da a tarea de rescatar del olvido a los personajes centrales de esta singular historia que por décadas se había creído originaria del estado de Jalisco, de Colima o Zacatecas.

Pedazos de historia unidos a través del tiempo dieron origen a un modesto libro que documenta las primeras indagatorias de Jesús Carranza, su título es “El son de la Negra, orgullosamente de Tepic” La historia detrás de la musa.

Según narra Jesús, un buen día se presentó en el Ayuntamiento de Tepic un hombre que decía ser el sobrino de la mujer que inspiró el Son de La Negra; intrigado por la historia se da a la tarea de buscar y entrevistar a los familiares de Albina Luna, y de los hermanos Lomelí Gutiérrez; Fidencio autor de la letra y Alberto quien la musicalizó.

LA NEGRA, LA GALLETA, LA PELONA

Albina Luna “La Negra” nació en la ciudad de Tepic en 1911, en lo que ahora se conoce como la colonia H. Casas; poseedora de una singular belleza y criada en el seno de una familia de jornaleros acomodados desde temprana edad muestra interés lo mismo para el baile que para la actuación. El mote de “La Negra” le venía por el color de su piel, la más morena de la familia.

Vecino del rumbo, Fidencio Lomelí se enamora de la joven de largas y negras trenzas por los años 20’s; pero ella, con su natural coqueteo, sólo le dice que sí, pero no le dice cuándo, tal y como dice la canción:

Negrita de mis pesares,/ ojos de papel volando,/ negrita de mis pesares, /ojos de papel volando.
A todos diles que sí,/ pero no les digas cuándo,/ Así dijiste a mí/
por eso vivo penando.

Cuentan que Albina trabajó en la fábrica de hilos de Jauja; luego en los portales del centro de Tepic vendiendo raspados y nieve con don Camilo Serrano; luego en la fábrica de cigarros Excélsior y en la de cerillos.

A los 19 años es raptada y llevada a Tuxpan; su padre Ignacio Luna obliga al hombre a desposar a su hija, aunque la unión duró apenas dos años debido a que le daba mala vida a la insumisa joven.

Pronto “La Negra” buscaría rehacer su vida al lado de un militar bien parecido, el cabo Felipe Flores, originario de Ahuacatlán. A sus escasos 22 años Albina se convierte en soldadera, “La Galleta” que sigue a su hombre por pueblos y ranchos de Querétaro e Irapuato. Obligada por su marido a cortarse el pelo se gana el apodo de “La Pelona”. Doce años duraría esta aventura que la llevaría a vivir en un cuartel o en la hacienda de Sabanillas, en Guanajuato, donde los “levantados” eran tratados como bandoleros y colgados por elementos del ejército.

Muchas veces Albina presenció balaceras, ejecuciones y cadáveres apilados de los que tuvo que limpiar la sangre. La historia dice que fue famosa porque ella y su esposo abrieron varias iglesias que se encontraban cerradas en Irapuato, hecho que les valió la aclamación como mujer bravía y de carácter muy fuerte.

Doce años duró este capítulo en la vida de Albina, luego se separaría del militar debido a que no podía darle descendencia que él buscaba en otras mujeres. Regresa a Tepic para vivir con sus padres y dedicarse a confección de prendas hasta el final de sus días en el año 2000.

Sus familiares la recuerdan como dicharachera y con especial gusto por la cerveza y la música. “En esa época los mariachis tocaban puros sones con instrumentos de cuerda; si la calle Libertad hablara, les diría cómo mi hermana agarraba el mariachi” narra Ignacio Luna Pérez, hermano de “La Negra” aún con vida.

“Y corría toda esa calle cantando la canción de El Callejero, una de sus canciones preferidas, y sin faltar su son, El Son de La Negra. Yo nunca la vi triste, al menos no recuerdo haberla visto así” añade Ignacio. Entre los dichos que recuerdan está “ay cabrón panteón, cuántas calaveras veo” “Y qué y qué? Son sobras que yo dejé.

ENTRE EL AMOR Y EL OLVIDO

Fidencio, el eterno enamorado de Albina, la sigue por varios puntos del estado y cuentan que en cierta ocasión fue a la fábrica de Jauja a comprar a uno de los vendedores que hasta ahí llegaban un reboso de seda para llevárselo a su amada a Santigo Ixcuintla. Así surge la tercera estrofa del Son:

Cuándo me traes a mi negra,/ que la quiero ver aquí/ con su rebozo de seda,
que le traje de Tepic.

Por mucho tiempo los hermanos Fidencio y Alberto Lomelí Gutiérrez, autores del Son de la Negra, estuvieron en el anonimato fuera de Nayarit, aunque en esta entidad se sabía que ellos eran los creadores de la famosa pieza musical.

En la época que surgió el son de la negra, Alberto dirigía su propio mariachi, Los Chalinas. Trabajando en Mojarritas conocen al músico Silvestre Vargas quien les pide su autorización para agregar al son instrumentos de viento; arreglo con el que la melodía alcanzó una difusión inesperada por sus autores.

Alberto tuvo familia y descendencia, de Fidencio poco se sabe. Don Trinidad Ríos, conocido por el mariachi tradicional comenta que lo conoció y le gustaba tocar el violín; por cosas del destino emigra a Tuxpan y luego a Tijuana donde muere pobre y olvidado.

ALGO SOBRE EL AUTOR DEL LIBRO

Hechos aislados, aparentemente inconexos, se dieron para que alguien rescatara la historia de “La Negra” y su famoso son.

Jesús Carranza no imaginó que algún día dejaría de ser un “costeñito” -como él mismo se define- para emigrar a la capital del estado en busca de un mejor futuro, ni que se impondría el reto de escribir un libro sin contar con dinero ni patrocinadores.

“Yo era mesero en Los Ayala, explica, cuando conocí al señor Víctor Manuel Pineda (q.e.p.d) él me entregó una moneda de a 50 (un Morelos) me dijo que como un símbolo de confianza y lealtad; por él es que yo me vine a Tepic a estudiar y terminé la carrera de abogado, él me ayudó.”

Jesús ya encontró la que será su pasión: la investigación y la poesía. Entre sus anhelos está escribir otro libro y rescatar del anonimato a poetas y escritores “guardan sus poemas debajo del colchón. estoy convencido que hay muchos talentos, nada más hay que darles una oportunidad”.

Al parecer está cerca de cumplir algunos de sus sueños, al ser designado auxiliar del cronista de la ciudad de Tepic, ocupando sus ratos libres para hacer poesía por encargo.

Y ya para terminar les dejo éste video hecho por un descendiente de la familia Lomelí, para que chequen que hermosa mujer era La Negra...Albina Luna.



La Bikina

     Siempre que escuchaba ésta canción, me preguntaba de donde Don Rubén Fuentes habría sacado esa palabra(la Bikina) y que significado tendría, pero desidioso, nunca me dió por investigar y me quedé con la pregunta cada vez que escuchaba la canción. Hasta que me alcanzó la facilidad de la tecnología, y en éstos días, por puro gusto de escuchar la melodía, le "piqué" a la teclas y me metí al "yu tub" para ver cuantas versiones me daba de la canción. Y por suerte me encontré con un excelente video del Mariachi Vargas de Tecalitlán acompañados por la Orquesta Filarmónica de Querétaro del Director José Guadalupe Flores (así dice), y la verdad es que me entusiasmó de sobremanera y busqué la palabra Bikina en la Web(a) y ¡orale! que me da un buen de versiones, pero ésta es una de las que más me llamaron la atención:


En una noche de tormenta, cruzó por el espacio un lucero luminoso, que fue a chocar contra la cima de un monte, un campesino que había seguido la trayectoria del meteoro, corrió hasta donde supuestamente se había estrellado y cuál fue su sorpresa al ver que en el lugar se hallaba una recién nacida abandonada a su suerte, tal como Superman, historia que también se basa en esta preciosa leyenda.

El indígena la recogió y la llevó a su chocita, su mujer la atendió cariñosamente, inclusive la amamantó, ya que acaba de ser madre apenas hacía dos meses. Pasaron los días y Pedro, el campesino fue a contar al Padre Gonzalo lo que había ocurrido, pues quería un consejo para resolver qué hacer con la pequeñita, inclusive tenía miedo de que lo acusaran de robo o algo parecido.

El sacerdote decidió anunciar el hecho por si alguien sabía sobre los padres de la niña, pero no hubo respuesta alguna, en vista de lo cual, la depositó en un convento cercano con las madres Carmelitas.

La niña creció entre las monjas y cada día sus ojos azules resaltaban más ante la negrura de su cabellera. Se iba tornando de una extraña belleza. Le habían bautizado con el nombre de Carmen y se dedicaba a las labores propias del lugar. Pasó el tiempo y un día la paz del apacible convento se vio alterada por un tiroteo feroz, las monjas corrían por los jardines y trataban de esconderse sin encontrar donde.

A raíz de los problemas de la Iglesia con el Estado, se había formado una liga de defensa religiosa, eran Los Cristeros, y en 1925 el presidente Calles, procedió contra los rebeldes haciendo una persecución por todos los puntos del país, principalmente en Jalisco, en donde este movimiento había alcanzado mayor fuerza. De pronto la puerta se vio abatida por un pelotón del ejército que entró con furia destruyendo lo que encontraba en su camino y ante los incrédulos ojos de las monjas, cayó la superiora por un tiro en la cabeza cuando trataba de impedirles el paso.

Carmen, resultó el blanco de los hombres, que al verla se quedaron prendidos de su belleza. Uno la tomó en vilo y la sacó del lugar y se la llevó, era el capitán Humberto Ruiz. La chica estuvo inconsciente durante días, la fiebre hizo presa de ella, era su estado emocional lo que la tenía tan desgastada. Encerrada 17 años, sin saber de la vida y de pronto había sido ultrajada, sin entender siquiera qué le había ocurrido, sólo sabía que prefería morir antes que seguir aquel martirio y como una defensa a la naturaleza, permanecía inerte.

Despertó por fin y lo primero que vio fueron los ojos acerados de Ruiz, quien le devolvió una sonrisa al verla volver en sí. Ella trató de incorporarse y él no se lo permitió, le trajo agua y con dulzura le limpió la frente con un pañuelo. Así estuvieron por días, él amable, atento y servicial, no la tocaba mas que para acomodarle la almohada o para darle de comer y asearla un poco. No hubo el menor diálogo entre ellos, se diría que no existían las palabras. El intentó romper aquel silencio, pero parecía muda.

Pasaron 3 estaciones y llegó el invierno, el capitán la cargó y la llevó a otro lugar más acogedor. Allí ante las llamas de una chimenea campestre, le besó las manos y llorando le pidió perdón, salió dejándola sola para siempre.

Carmen olvidó su nombre y todo lo relacionado con su persona, alguien le puso La Bikina, caminó por varios pueblos y haciendo trabajos domésticos se mantenía. Ningún hombre podía acercársele, respondía como una fiera ante cualquier insinuación y se daba a respetar, pero intrigaba su soledad y su mutismo. El destino la puso nuevamente frente a Ruiz y en esta ocasión, ella le sonrió, no le dijo nada, pero aceptó caminar su mismo rumbo.

Vivió una noche de amor incomparable y ya para el amanecer salió del lugar subió a la montaña y como la última estrella de anochecer se perdió en el firmamento.

Su historia inspiró a la gente que la conoció como la historia de La Bikina.
     Y estaba yo ya dándo por un hecho que de ésta historia habría nacido la inspiración para tan hermosa melodía, cuando me sale Don Rubén Fuentes explicándo en una entrevista, que la mera verdad, todo se debió a que:
                 
En una soledosa tarde de playa en Acapulco, el compositor andaba “paseando” la mirada entre las bañistas de apretados bikinis. El sol rayaba el cenit y que, acalorado se refrescaba con la brisa marina en uno de los puertos más hermosos del mundo.

A su lado, su hijo Alejandro y, a escasos metros, su entonces esposa, la actriz Martha Roth. Ansiaba tomar algo refrescante, pero recibía un arsenal de preguntas de su heredero.

Transcurría el año 1964 y era la primera vez que su hijo veía el mar y sus pies gozaban de la cálida arena. El menor, acostumbrado siempre a ver a las mujeres de vestidos largos observó a estas en diminutos trajes y le preguntó el porqué llevaban tan poca ropa. Este le explicó que iban con un traje enterizo llamado “bikini” pero el niño le comentó que tratándose de mujeres debía llamarse “Bikina”. El cadencioso paso de una mujer de la que Fuentes no le desprendió la vista y el nombre que le dio su hijo, dieron pie a una de las más hermosas canciones: “La Bikina”, mundialmente famosa.

Y al son jaliciense decidió perpetuarla con el Mariachi Vargas de Tecalitlán. Tiene casi un símil a la leyenda de Penélope en la que un caminante paró su reloj una tarde de primavera para observar la belleza de la mujer.

La Bikina es, de las que integran el repertorio latinoamericano, una de las canciones que destilan más nostalgia. Vaya poder evocativo el que tiene esta joya. Esta pieza mexicana fue compuesta por Rubén Fuentes, y la letra es de Maria Jose Quintanilla, y describe la leyenda de “La Bikina”.
     Y aquí por último les dejo éste gran video del que les comentaba y que espero  les guste tanto como a mi.

viernes, 19 de febrero de 2010

Imagenes del Exterior del Templo del Carmen en León Gto.




Don José y mi Revolución

     Sería el año 1983, seis años tenía yo cuando fuimos a vivir a la Zona de Oro...la Albino García 814, allá en Celaya Gto. Por fin dabamos "el remojón" a  la casa recién hechecita que papá mandó construir. No era una casa enorme, pero si de buenas dimensiones para vivir comodamente; tenía su buen patio trasero dividido en dos donde cabía además de el lavadero, el algibe y la lavadora, un árbol de limón y un pequeño huerto en donde mi mamá sembraba algunas acelgas y jitomates y crecían las plantitas de lentejas. Ya en el interior, tenía sus tres habitaciones, un baño grande, su cocina, su comedor y su sala y en el frente, protegida a los lados por dos medias bardas, una amplia cochera, que a falta de auto, se convirtió en un bonito jardín que tenía unos cuantos rosales y una buena cantidad de margaritas que a manera de marco para el tapete de cesped daban alegre colorido.
Yo (el burro por delante) abrazando a mi hermana Daniela, mi Papá y mi hermana Edith
al Chano todavía le faltaban muchos años para nacer ¡ni modo!
      Cuando llegamos a este fraccionamiento, había muy pocos pobladores en la manzana, recuerdo que el pito del tren se escuchaba con gran estruendo pues la vía estaba a escasos docientos metros, en la acera de enfrente solo un enorme baldío, limitado con sus banquetas y listo para comenzar a construirse, se encontraba, en el lado derecho, viendo la casa de frente, otro baldío que eran los terrenos últimos de la manzana y que mis amigos y yo limpiamos de piedras y matorrales para construír lo que fue nuestro campo de futbol...pero esa es otra historia. Al otro lado de la casa existía otro baldío, de menor dimensión y en el cual, a corto tiempo, llegarían los materiales para comenzar construir.

     Se dió inicio a la obra, al fondo del terreno se levantó una casita o bodeguita de carton y madera en la cual por la noche se quedaba para vigilar la finca y los materiales, un velador, que solo recuerdo le decíamos Don José.

     Don José era un señor de edad muy avanzada, yo calculo que tendría en ese entonces unos 85 años, pero hombre todavía fuerte y ágil para su edad, su caminar era firme, moreno, de piel curtida por el paso del tiempo y el sol, de estatura media, siempre de sombrero tipo vaquero de paja y de mirada aguileña a causa de una lesión cerca de un ojo. Don José era una persona amable y pronto en la familia nació gran aprecio por él, y yo, como cualquier niño curioso, gustaba de escucharle contar sus historias cuando mi mamá me mandaba a llevarle su "vaso de canela", que a casi diario le preparaba. Pero de todos sus relatos, hay uno que marcaría de manera singular mi vida.

     Don José, cuando se quitaba por alguna razón el sombrero, dejaba ver accidentalmente una extraña cicatriz casi redonda, del tamaño de una moneda de diez centavos, justo en la parte alta de la frente del lado izquierdo, donde nace el cabello. Cuando un día me animé a preguntarle la causa, sin ningún asombro y sin titubear me contó que era la cicatríz de un "rozón de bala". Y siguió contándome que el era de Chihuahua y que en algún momento de su vida se unió a las fuerzas de Pancho Villa, que anduvo "de aquí pa'lla" con su general en la bola, hasta que llegó el fatídico mes de Abril de 1915 en Celaya, para la hasta entonces, insuperable División del Norte. Y fue precisamente en ese lugar de batalla donde Don José cayó herido de la cabeza por alguna bala obregonista. Desgraciadamente mi memoria no me alcanza para confirmar si es que me contó que para escapar de la "rematada" se escondió debajo de unos cadáveres o si fue auxiliado por elementos de la Cruz Roja o ambas, lo cierto es que acabó en un hospital abandonado a su suerte y sin medios para poder regresar a su lugar de origen decidió quedarse a vivír en Celaya.

     A esa edad, tenía solamente una vana idea de lo que me estaba contando, sabía poco sobre nuestra Revolución Mexicana pero a partir de ese momento la comenzé a ver con otros ojos. La construcción de una nueva casa al lado de la mía llegó a su fin, y un día Don José así como llegó se fue. Y yo poco a poco y con el pasar de los años hice de nuestra Revolución un tema inquietante y favorito para mi. Y un día, al igual que Pancho Villa, me tuve que ir de Celaya rumbo a León, solo que a mi no me venía persiguiendo Obregón, yo llegué persiguiendo al Centauro del Norte y a toda "La Bola". Mi adolecencia se llenó de libros sobre ésta parte de nuestra historia, creo que trataba de encontrar a Don José, por que a decir verdad siempre me quedé con la sensación de haber estado al lado de la historia viva y no haberla sabido leer. Irremediablemente aparece siempre el "hubiera" y hoy en día solo encuentro a Don José en los campos de Celaya peleando a sus 15 o 18 años con la frustración en su rostro de no poder pasar más allá de las trincheras protegidas con metros y metros de alambre de púas, desgarrando cada embate y carga furiosa de su general, y al mismo tiempo ver como destrozan  la metralla y las baterías, todos los días de gloria que le acompañan desde Chihuahua...y de pronto...sentir en su frente, el piquete doloroso que le nubla la vista mientras siente el "chorreadero" caliente que le empapa el rostro y... comenzar a vivir en el recuerdo...

     Yo no se si Don José, realmente, nunca quizo regresar a Chihuahua, a veces pienso que de algún modo pensó que pronto volvería su general y que al no ser así, pefirió quedarse en el lugar que lo vió volver a nacer. Ya no volví a verlo jamás...y hoy escribo esto en su memoria y en la de  todos los "Don Josés" que se perdieron en los números de la historia y que llevando su revolución en sus adentros, mantuvieron ésta con sus relatos, engrosando las filas de su causa...su Revolución.


Yo en plena campaña en los campos (de la escuela) de Celaya.

   

miércoles, 17 de febrero de 2010

La Maruja

     Con todo respeto para el pueblo español....pero despues de ver este video uno no puede dejar de pensar: "parece que es cierto lo que se dice..."

sábado, 13 de febrero de 2010

María Sabina

Todas las personas, de todas las razas
la fueron a ver alguna vez.
Todos los periódicos, de todo el planeta
la fueron a ver y a entrevistar.
Y ella muy poco les platicó,
secretos les enseñó, los ojos se los abrió
a todo el universo.

Todas las revistas de todo el planeta
hablaban de ella bien, alguna vez.
Todos los filósofos,
todos los poetas la conocen bien
chulada de mujer.

Ella alcanzó la inmortalidad
y lo hizo a nivel mundial
en vida llegó a ser casi casi
como un Dios.


Ella es un símbolo,
es como un símbolo
María Sabina es un símbolo
de la sabiduría y el amor.
Ella es un símbolo de amor.

Un día el Ser Supremo
quiso que se fuera a viajar con Él
juntos los dos.
Y fue tan fuerte el viaje
que los dos tuvieron
que allá se quedó y ya nunca regresó.

Ella el camino nos enseñó
la ruta nos la trazó
los ojos nos los abrió
a todo el universo.

Ella es un símbolo.......

El Tri





por Ramón Méndez Estrada

La última vez que vi a María Sabina, en septiembre de 1984, unos 14 meses antes de su muerte, la vi muy cansada, muy pequeñita. Estaba impaciente. No quería conversar. Iba y venía continuamente por la habitación. Estaba cansada, creo yo, de escuchar las mismas preguntas de curiosos impertinentes por 30 años consecutivos, y de tener que defender sus mismas respuestas milenarias.


La noche del 29 al 30 de junio de 1955 María Sabina ofició una ceremonia, como tantas otras que ella misma y sus antepasados habían celebrado, desde un tiempo del que ya no se tiene memoria, cuyo elemento principal fue la ingestión de ciertos honguitos de rara virtud: transportan a quien los consume, allende las fronteras de la realidad ordinaria, al mundo de la experiencia visionaria”.



En aquella velada participaban del ágape dos extranjeros intrusos: Allan Richardson, fotógrafo, y Robert Gordon Wasson, de oficio banquero, cuya vocación micológica lo llevó a fundar la etnomicología, cuyo objeto de estudio es la relación, y reacción, de los pueblos con y ante los hongos.

El relato que Gordon Wasson hizo sobre aquella ceremonia ancestral alzó el nombre de María Sabina entre los de las grandes magas de la Tierra. Desde entonces, su ministerio fue una doble carga en su gracia: Tuvo que hallar remedio no sólo ya para las miserias, las dolencias y las enfermedades de sus hermanos de raza, sino también respuestas a las preguntas de los extranjeros de lenguas extrañas que vinieron a verla porque en boca de la fama se dijo que ella sabía el secreto de los hongos maravillosos.

Wasson dijo que la mejor opción que tuvo fue la de informar al mundo la supervivencia de ese culto antiquísimo, en proceso de extinción en la actualidad, pues de otra manera se habría perdido irremisiblemente en el olvido esta clave preciosa, que nos puede explicar el origen de la magia y de la religión entre los hombres.



Encuentro con la sabia



En junio de 1955 Wasson estaba por segunda vez en su vida en Huautla de Jiménez, Oaxaca, buscando lo que se llama “un informante clave”. Él estaba seguro de hallarse sobre la pista de un arcano sagrado. Una atinada conversación con el síndico municipal de Huautla en aquel entonces, Cayetano García Mendoza, lo llevó hasta María Sabina.

Según recuerda Wasson en su libro El hongo maravilloso: Teonanácatl, se presentó en la oficina de Cayetano poco antes del mediodía y, después de intercambiar los saludos de rigor y comentarios sobre la cosecha del maíz y el precio del café, aventuró una discreta pregunta al funcionario:

–¿Puedo contarle algo reservado?

“Al momento –escribe Wasson– el síndico fue todo curiosidad, y el gesto se le hizo grave”, hecho que aprovechó para rematar: –¿Me ayudaría a conocer los secretos de los ni xi tho?

Cayetano miró con sorpresa al extranjero, pero el nombre sagrado de los honguitos en lengua mazateca fue suficiente para que sucumbiera a la tentación y, no sin titubeos, prometió ayudarlo: le presentaría a “una verdadera sabia” que, después se supo en el mundo entero, era nada menos que María Sabina, la sabia de los hongos.

En la biografía de María Sabina que recogió Álvaro Estrada, contada por la propia chamana, ella recuerda que Cayetano llegó a su casa, establecida en el cerro Fortín de Guadalupe, en el extremo oriente de Huautla, en el curso de la mañana. “Sus palabras no dejaron de asombrarme”, precisó.

“María Sabina –dijo aún jadeante por la caminata–, han llegado unos hombres rubios a entrevistarme a la Presidencia Municipal. Han venido de lugar lejano con el fin de encontrar a un sabio. Vienen en busca del pequeño que brota. No sé si te desagrade saberlo, pero prometí traerlos para que te conozcan. Les dije que yo conocía a una verdadera sabia. Y es que uno de ellos, muy serio, se acercó a mi oído para decirme: ‘Busco el Ndi xi tjo’. No podía creer lo que escuchaba. Por un momento dudé; pero el hombre rubio parecía saber demasiado sobre el asunto, esa impresión sentí... Finalmente decidí traerlos a tu casa”, contó la sabia a Estrada.

Aquella misma noche Wasson recibiría, de manos de María Sabina, una taza con seis pares de hongos, que el mismo había recolectado al atardecer en un barranco al que fue guiado por los hermanos de Cayetano. Estaban en la casa del síndico. La chamana había sahumado los hongos con copal, y Wasson veía así la “culminación dramática de años de pesquisas” etnomicológicas.

De alguna manera Wasson sabía, efectivamente, mucho sobre el asunto. Había tenido una experiencia, si no directa, sí muy personal con los honguitos. Dos años antes había llegado a Huautla en lomo de mula, acompañado por su esposa, Valentina Pavlova. En aquella ocasión consiguieron que Aurelio Carreras, un chamán tuerto, realizara en su presencia una consulta a los hongos mágicos. Los Wasson plantearon como problema la obtención de noticias de su hijo Pedro, motivo suficiente a juicio del sabio, pues los indígenas recurren a los honguitos para enterarse de la suerte que corren sus hijos o parientes, lejanos del hogar, desplazados en busca de trabajo y recursos.


Las adivinaciones de Aurelio



En aquella ocasión sólo el chamán consumió los hongos, y los Wasson no creyeron en realidad en la sentencia que dictaron por boca de Aurelio:

“Pedro está vivo. Lo buscan afanosamente para enviarlo a la guerra. Tal vez no lo encuentren, pero resulta penoso decirlo. Alemania tiene que ver en el asunto”, e indicaron que Pedro estaba en Nueva York. Antes de que terminara la velada apareció otro vaticinio: un pariente de Wasson caería gravemente enfermo en el curso del año.

Wasson narró después que su actitud con respecto a la ceremonia y a los poderes adivinatorios de Aurelio fue de amable condescendencia. No alcanzaba a creer que un indio pudiera penetrar en los problemas de una familia neoyorquina. Además, las aseveraciones del vate no coincidían con las suposiciones del matrimonio de micólogos con respecto a la vida de su hijo.

Pedro vivía en Boston, y no en Nueva York, y se había dado de alta en la Guardia Nacional a los 17 años, hecho que le valió para no ser movilizado al frente. Casi un mes tardaron los Wasson en encontrar el primer indicio del poder profético de Aurelio: al regresar a su departamento en Nueva York hallaron en la cocina restos de una fiesta que había organizado Pedro con sus amigos el fin de semana que sus padres preguntaron por él a un desconocido, en unas montañas perdidas al sur de México, pues así lo confirmaban las notas de las compras.

En las semanas siguientes, el hijo de los Wasson, movido por problemas sentimentales, firmó un compromiso para enrolarse por tres años en el ejército regular y, al cabo de tres meses de entrenamiento, entró al servicio en Alemania. Cinco meses después de la velada, un primo hermano de Wasson, de 40 años de edad, sucumbía víctima de un ataque cardiaco. Las profecías de Aurelio se habían cumplido al pie de la letra en menos de un año.

Antes de que pasaran dos años Wasson estaba de vuelta en la Sierra Mazateca, en compañía del fotógrafo Allan Richardson, y había conseguido que María Sabina le abriera las puertas de lo desconocido.

Lo que vivió la noche de su primera velada de hongos con la chamana mazateca excedía, con mucho, sus expectativas. Escribe Wasson, haciendo memoria de lo que pensó entonces: “He aquí un oficio religioso que tiene que ser presentado al mundo de una manera digna, sin sensacionalismos, sin abaratarlo ni volverlo burdo, sino con sobriedad y veracidad”.

Después sentencia que los únicos que podían hacerle justicia eran él y su esposa, en el libro que escribían en aquel tiempo: Mushroom Russia and History, y en revistas especializadas.

María Sabina recordaba más tarde que de esa velada Wasson quedó maravillado. ¿Qué exaltó así al micólogo?




Oficio de milagros


La señora tomó una flor del ramillete que había en el altar y poniéndola hacia abajo, como un apagador, extinguió la última llama…

“Yo tenía mis dudas respecto de los hongos. Por una parte deseaba experimentarlos por entero, descubrir qué era lo que experimentaban los indígenas; por otra, quería rechazar sus efectos y permanecer como un observador imparcial. Pero los hongos no me dieron opción. Se apoderaron de mí en forma total y arrebatadora.”

Tales son las palabras con que Wasson describe el inicio de aquella experiencia que llamó ultraterrena. Después, el canto de la chamana se alzó en frases ópticas, las formas repercutían sonidos, se palpaba el olor, se gustaba el color, y la criatura entera se licuaba, voz y ritmo, en armonía con la música de las esferas.

Aquella noche María Sabina bailó su danza de poder y ante los ojos de los extranjeros danzaron interminablemente formas de vivos colores, unas salidas de otras, un ramillete de flores que se transformó en un carruaje imperial tirado por criaturas sólo concebibles en la mitología imaginaria, tapices, brocados, esculturas, arquitecturas en las que no cabía la sencillez. Dice Wasson: “todo era deslumbrantemente abigarrado”.

¿De dónde provenían las visiones? ¿Del interior? ¿Y por qué aparecían esos seres nunca imaginados, aquellos paisajes jamás vistos, estas arquitecturas no soñadas jamás? Todo con una claridad de visión, una contundencia, una nitidez prístina, reciben brotada del taller de la creación.

En su libro El hongo maravilloso: Teonanácatl, Gordon Wasson escribe: “Por primera vez la palabra ‘éxtasis’ adquirió un significado objetivo para mí. ‘Éxtasis’ no era el estado espiritual de alguna otra persona. Ya no era un superlativo trillado, gastado por el uso excesivo y el abuso. Significaba algo diferente y superior en clase, acerca de lo cual ahora yo podía atestiguar con conocimiento”.

Éste fue, en suma, el descubrimiento que Wasson hizo para el mundo civilizado. El estado de gracia de los bienaventurados espectadores del Paraíso no era ya un relato de místicos. La ciencia había atestiguado, a través del micólogo, el oficio religioso en todo su esplendor. Éste no era ya cáscara vana de un rito en el que el misterio sólo asoma parcialmente a los ojos del auditorio, sino uno en el que todos los participantes viven la experiencia divina, arrebatados del mundo gris de la realidad ordinaria al mágico universo donde se tiene la mirada directa la visión del primer día del hombre en la Tierra.

El investigador gritó al mundo que la ministra del misterio estaba viva y que era aquella mujer de nombre María Sabina, con prestigio de sabia ya fincdo en su tierra, pero a quien la humanidad entera debía reconocer como una chamana de la más alta categoría. El mundo debía pagar con fama aquel oficio religioso. Así lo dice Wasson:

“Acaso María Sabina no esté mal situada para volverse la más famosa entre los mexicanos de su tiempo. Mucho después de que los personajes del México contemporáneo se hundan en el abismo olvidado del tiempo muerto, quizá su nombre y lo que representó persistan grabados en la memoria de los hombres. Lo merece de sobra”.


Isis sin velo, miles de años después



Después de que Wasson participó en el rito de los hongos sagrados bajo la dirección de María Sabina, allá en la Sierra Mazateca, la ciencia tuvo una clave que no sabía que existía para comprender los misterios, y se hizo la luz para su mundo, como en el Génesis para el mundo hebreo.

A pesar de que él se califica a sí mismo como un hombre profundamente religioso, hay que entender que Wasson quema su incienso en aras de la ciencia: carece de vocación chamánica. Ha reconocido que el uso de las plantas mágicas, en el pasado, siempre estuvo profundamente vinculado a la religión, y que los adeptos a esos ritos tenían por principio no revelar a extraños sus secretos.



Sin embargo, tuvo la buena suerte de que a él se le aceptara en una de esas ceremonias, y se le proporcionara el vehículo de comunión con el mundo de las potencias superiores. Al no pertenecer a la comunidad mazateca y no comulgar con sus creencias, Wasson no estaba obligado, claro, a guardar ningún secreto: Presentada la Diosa, se apresuró, vía la publicidad, a descorrer el velo. ¿Qué apareció? ¿El rostro de Isis? ¿Una visión? ¿Desapareció el Paraíso?


La peregrinación a la choza


Wasson deplora que sus escritos hayan arrojado sobre Huautla una turba de gente sedienta de aventuras, de la más diversa ralea. A algunos les alaba el paseo, si de científicos se trata. De otros se queja: fueron allá, con la más absoluta falta de respeto, sólo a gozar de las alucinaciones que las misteriosas setas producen. Quién más, quién menos, consciente o inconscientemente, todos buscaron ver de frente el arcano.

Por seis lustros consecutivos aquella gran peregrinación de extraños acudió a la choza de la sacerdotisa, encaramada en el cerro Fortín de Guadalupe, cerca de Huautla, para encontrar respuesta a dos preguntas fundamentales: una formulaba la ciencia; otra era aspiración de la mística.

Unos registraron y analizaron cada una de las partes del rito de los hongos sagrados como un evento cultural superviviente de un pasado remoto: la preparación previa, la acción ceremonial, los efectos de la mágica comunión, e incluso las sustancias activas del divino manjar. Establecieron relaciones con mitos de éste y del otro continente, e inundaron el mercado con sus puntos de vista, destinando sus libros y revistas especializados “al público genuinamente interesado para que cuente con información veraz a este respecto”.

Otros, desahuciados de la ciencia y hartos del mundo de la industria, el comercio y la publicidad, fueron allá a encontrar el misticismo que había perdido el hombre. Dejemos que Robert Graves explique esta frustración a su manera: “Hoy en día, los mayores consuelos para mitigar la vida comercial e industrial son: la religión organizada, la diversión organizada y la bebida. Puede que la religión organizada aquiete el alma, pero, aparte de las sectas más extáticas, casi nunca la purga. La diversión organizada distrae, pero no ilumina la mente… Casi sobra decir que la bebida adormece pero nunca da paz, salvo en los casos en que acarrea la muerte, y siempre con un preludio de violencia”.

No es éste el lugar para discutir si los que fueron a ver a María Sabina sin espíritu científico alguno son o no místicos. Baste recordar que en este campo, como en todos los otros, hay actores grandes y pequeños. ¿Cuántos murieron en la Edad Media por no poder convencer a las autoridades del carácter divino de sus visiones?

Para María Sabina, y en general para la comunidad mazateca, ninguno de los extraños que fueron tenía realmente por qué acudir a los honguitos, incluido Wasson. Tal sentimiento se infiere de las palabras que recogió Álvaro Estrada de la chamana:

“Es cierto que Wasson y sus amigos fueron los primeros extranjeros que vinieron a nuestro pueblo en busca de los niños santos y que no los tomaban porque padecieran de mal alguno. Su razón era que venían a encontrar a Dios.

”Antes de Wasson nadie tomaba honguitos simplemente para encontrar a Dios. Siempre se tomaron para que los enfermos sanaran”.

Sin embargo, es probable que en este tiempo nadie estuviera más necesitado del alivio de esas plantas mágicas que los hombres de la civilización industrial, que habían declarado muerto a Dios y habían relegado a la mística al cuarto de los cachivaches.




Huautla ahora: ¿qué pasó por aquí?



Del “idílico paraíso indio” que Wasson visitó por primera vez en 1953 queda poco o nada. Nadie usa ya el camino real que va de Teotitlán a Huautla para subir la Sierra Mazateca, a excepción hecha de los aborígenes que suben y bajan por allí porque no cuentan con recursos suficientes para pagar el pasaje en autobús.

Llegué a Teotitlán del Camino el 25 de septiembre de 1984 en la madrugada, unas dos horas antes de amanecer. Llovía a cántaros. Ya había clareado cuando conseguí un “aventón” en una “troca”. Emprendimos el ascenso a la sierra en medio de una lluvia que se fue haciendo cada vez más ligera hasta convertirse en llovizna y, finalmente, en una brisa suave que empujaba a las nubes descubriendo las monumentales montañas.

Estaban pavimentados algunos tramos de lo que pensé sólo fuera un camino de terracería, y lo comenté al conductor. Él contestó, con una picardía no exenta de amargura, que, según un informe de la década de los setenta, ese camino estaba pavimentado en su totalidad.

Bajé del camión en San Jerónimo, unos 20 kilómetros antes de Huautla. Allí encontré la primera respuesta viva de un mazateco sobre la experiencia de los honguitos: “Te ataranta; ves cosas; platicas con Dios”. Y en Puente de Fierro, a ocho kilómetros de Huautla, la segunda, por boca de una mujer que me quería vender un lote de hongos: “Es como la televisión”, dijo.

Ascendí a Huautla por el camino real. Era una tarde húmeda y calurosa. El cielo estaba despejado y azul. Cerca del crepúsculo arribé a aquel poblado: la única localidad indígena con rango de ciudad en territorio mexicano.

Muchos niños, aquí y allá, mientras caminaba por las calles del pueblo, se acercaron a ofrecerme honguitos o alojamiento. No oí aquella tarde la dulce palabra “dalí” con la que los mazatecos se saludan: todos me saludaron en castellano.

No acepté honguitos aquella noche. Alquilé una cabaña, y después de beber un poco de café dormí con sueño inquieto sobre un petate en piso de madera. Por la ventana asomaban las estrellas temblando, pálidas y lejanas. Un sentimiento extraño me embargaba, mezcla de curiosidad y de anhelo. Me sentía como un profanador más en una tierra profanada y saqueada. Soñé repetidamente las frases de Rulfo: “‑¿Qué pasó por aquí? –Un correcaminos, señor. Así les nombran a esos pájaros”.


Cayetano, contacto ayer y hoy


Por aquí pasaron las hordas de la civilización, pensé, al día siguiente, caminando por Huautla.

Así como se supone que el hombre, en la prehistoria, dio origen a las formas de organización social formando hordas unidas por un solo propósito específico, sin jefes, sin mandos, así fueron los hombres del Siglo XX a Huautla, en desbandada de la organización social de nuestro tiempo, con el único fin de conocer los hongos mágicos.

Esto pensaba caminando rumbo a la casa de Cayetano García, observando el intenso comercio en el poblado, asombrado de encontrar tantas tiendas, restaurantes, hoteles y hasta un banco. Sobre el Plan de la Salida, rumbo al cerro del Fortín, me detuve en el umbral de un amplio cuarto acondicionado como aula de escuela primaria. Un joven daba clase.

‑Buenos días –dije‑. ¿Es aquí la casa de Cayetano García?

‑¿Qué se le ofrece? –contestó.

‑Busco a don Cayetano. Quiero hacerle unas preguntas.

‑¿Sobre qué?

‑Sobre su relación con Wasson y María Sabina.

Titubeó. Yo sonreía. Al fin dijo: “Un momento”, y después de poner un ejercicio a sus alumnos el joven me condujo, bajando una escalera de piedra a un lado del aula, hacia el interior de la casa.

Reconocí, por la disposición de la vivienda, el cuarto donde Wasson pasara su primera velada de hongos con María Sabina, más de 29 años antes.En el piso superior, en el salón de clases, se oía la alharaca de los niños que, aprovechando la ausencia del profesor, tomaban un pequeño recreo. Sus gritos eran voces en castellano.

Antes de tres minutos entró a la habitación un anciano de gesto amable. Saludó en español. Yo contesté con la palabra mazateca. Sonrió. “Dalí”, me dijo con voz suave y me tendió la mano, que retiró rápidamente después de rozarnos los dedos apenas.

Me presenté. Hablamos largo rato. Sí, se acordaba de Wasson. Incluso tenía un libro que él le había dado, con disco y todo, de una velada de hongos oficiada por María Sabina. Después vinieron los hippies, y todo cambió. “Antes los honguitos no se compraban ni se vendían. Nuestros abuelos ellos mismos los iban a recoger, porque para ellos eran muy sagrados… Hace aproximadamente veinte años que se empezó a vender”.

La amistad de Cayetano con María Sabina era anterior a la llegada de Wasson a Huautla. La sabía había atendido a sus hijos de múltiples enfermedades, siempre con buen éxito, y le había ayudado a resolver los problemas que se le presentaban cuando ocupara el cargo de síndico municipal, en la década de los cincuenta.

En aquel tiempo María Sabina ya tenía bien fincado su prestigio de sabia en su tierra. Tomó ascendiente sobre hechiceros y curanderos, e incluso sobre sabios que ejercían la profesión antes que ella. Sus curaciones milagrosas y su gran voz llevaban hasta su casa una peregrinación de paisanos atribulados, que buscaban alivio y soluciones en los pases mágicos y en las palabras de la sabia.

¿Cómo ganó María Sabina aquel prestigio?


Encuentro con los hongos


Tenía seis o siete años y ya era huérfana de padre. Vivía en con su mamá y con su hermana en casa de sus abuelos maternos, en el cerro Fortín de Guadalupe. Se ocupaba de la crianza del gusano de seda, y de cuidar pollos y, ocasionalmente, cabras. Eran tiempos de hambre para la casa de Sabina:

“Creo que nuestra voluntad por vivir era muy grande, más grande que la voluntad de muchos hombres. La voluntad de vivir nos mantenía luchando día con día, para, finalmente, conseguir un bocado que aliviara el hambre que María Ana y yo sentíamos.”

En ese tiempo, un tío de María Sabina, Emilio Cristino, cayó enfermo; tenía varios días sin levantarse cuando fue a atenderlo el sabio Juan Manuel, llamado por la abuela de Sabina. Llevaba consigo un envoltorio de hojas de plátano que trataba con mucho cuidado. La niña, curiosa, quiso saber qué había en las hojas. Juan Manuel la detuvo con una mirada autoritaria:

‑Nadie puede mirar lo que aquí traigo, no es bueno. Una mirada curiosa puede descomponerlo.

Decía María Sabina que la curiosidad la hizo mantenerse despierta. Aquella noche presenciaría por primera vez una velada de hongos:

“Juan Manuel desenvolvió las hojas de plátano. De ahí extrajo varios hongos frescos y grandes, del tamaño de una mano. Yo estaba acostumbrada a ver esos hongos en el monte donde cuidaba los pollos y las cabras… Vi como el sabio Juan Manuel encendía velas (y) repartía los hongos contándolos por pares… Más tarde, en la oscuridad, hablaba, hablaba y hablaba… cantaba, cantaba y cantaba… Eran un lenguaje diferente al que nosotros hablamos en el día. Eran un lenguaje que sin comprenderlo me atraía.”

El tío Emilio Cristino se puso de pie en la madrugada, y en dos semanas había recuperado la salud.

Unos días después de la velada, mientras cuidaban los pollos y las cabras, María Sabina y María Ana estaban sentadas bajo un árbol “cuando de pronto pude ver –contó María Sabina‑, al alcance de mi mano, varios hongos. Eran los mismos hongos que había comido el sabio Juan Manuel, yo los conocía bien. Mis manos arrancaron suavemente un hongo, luego otro. Muy cerquita, los observé. –Si yo te como, a ti, y a ti, sé que me harán cantar bonito… ‑les dije”.

La Sabina afirmaba que aquel encuentro fue un nuevo aliento para sus vidas: “En los días que siguieron, cuando sentíamos hambre, comíamos hongos. Y no sólo sentíamos el estómago lleno, sino también el espíritu contento. Los hongos hacían que pidiéramos a Dios que no nos hiciese sufrir tanto, le decíamos que siempre teníamos hambre, que sentíamos frío. No teníamos nada: sólo hambre, sólo frío”.

Unas veces su abuelo, y otras su madre, recogían a las niñas en estado de transe –su cuerpo en tierra y sus espíritus volando por el País de las Maravillas‑ para llevarlas a su casa. No hubo nunca regaños ni golpes por ese motivo. Las hermanitas encontraron, a la vez, un juguete y una tortilla, que desde una morada utraterrena venía cada temporada de lluvias a aligerarles el peso de su miseria.

Con la primera unión conyugal de María Sabina los honguitos se retiraron de su vida, pues la regla dice que quien los toma no debe tener trato sexual por lo menos cuatro días antes y cuatro después de la velada. Aquella unión duró seis años, al cabo de los cuales su marido murió, en tierra caliente, a causa “de la enfermedad del viento”. La herencia que dejó fueron tres hijos: Catarino, Viviana y Apolonia.




La entrega del libro


Unos años después de que Sabina enviudó por primera vez, su hermana María Ana enfermó gravemente. Se contrataron curanderos para aliviarla, pero no pudieron hacerlo: la enfermedad avanzaba ante la impotencia de los curanderos y el pesar de María Sabina.

Un día que imaginó a su hermana muerta, María Sabina decidió pedirles ayuda y poder a los honguitos. Aquella resolución, a la postre, la convirtió en la chamana más famosa del siglo.

“La velada en que curé a mi hermana María Ana, la hice como los antiguos mazatecos. Usé velas de cera pura; flores, azucenas y gladiolas… En un brasero quemé copal y con el humo sahumé los niños santos que tenía en las manos. Antes de comérmelos les hablé, les pedí favor. Que nos bendijera, que nos enseñara el camino, la verdad, la curación. Que nos diera el poder de rastrear las huellas del mal para acabar con él.”

María Sabina no sabía, en aquel momento, que su petición la iba a ligar, de por vida, al oficio chamánico que asombraría al mundo. Esa noche dio a su hermana tres pares de hongos, y ella misma comió más de treinta, para tener poder inmenso.

En efecto, el poder se puso a su servicio y, a la vez, la obligó al ministerio de servir a sus semejantes. María Sabina estuvo sobando suavemente a su hermana, hasta que sobrevino una hemorragia. No tuvo miedo porque su fe estaba puesta en el espíritu de los hongos. Sabía que curaban a su hermana a través de ella, y a ella le gustaba curar y le gustaba la canción que cantaba.

Cuando María Ana se durmió, María Sabina tuvo la visión de unos Seres Principales que, en una mesa, revisaban libros. Ella sabía que esos seres no eran de carne y hueso, “no eran de agua y tortilla”. En la mesa apareció un libro abierto, tan blanco que resplandecía. El libro fue creciendo hasta alcanzar el tamaño de una persona…

Dijo la maga que uno de los Seres Principales le habló: “María Sabina, éste es el Libro de la Sabiduría. Todo lo que en él hay escrito es para ti. El Libro es tuyo, tómalo para que trabajes…”

Desaparecieron los Seres Principales y la Sabina quedó sola ante el libro. “Empecé a hablar. Entonces me di cuenta de que estaba leyendo el Libro Sagrado del Lenguaje… Yo había alcanzado la perfección. Ya no era una simple aprendiz. Por eso, como un premio, como un nombramiento, se me había otorgado el Libro”.

Al saberse en la región que María Sabina había curado a su hermana, la gente empezó a llevar a su casa a sus enfermos para que los sanara. Su prestigio se extendió hasta Tenango, Río Santiago, San Juan Coatzospan y, finalmente, trocado en fama, a todo el mundo.

Ni sus curaciones ni su fama aliviaron la pobreza de la Sabina. Más bien, su ministerio fue un trabajo adicional por el que nunca recibiría otra recompensa que la de andar en boca de la gente. Así lo dijo ella: “Un sabio como yo no debe cobrar por sus servicios, no debe lucrar con su sabiduría. Quien cobra es un mentiroso. El sabio nace para curar, no para hacer negocio con su saber… con las cositas no se debe negociar”.

Doce años pasó viuda, durante los cuales sembraba maíz y frijol, revendía pan y velas en los pueblos circunvecinos a Huautla, o cazuelas que compraba en Teotitlán del Camino. Después, volvió a casarse y, al cabo, a enviudar, lo que le facilitó que se dedicara a su ejercicio chamánico en forma permanente.


El Lenguaje de la Sabiduría


Cuando Robert Gordon Wasson conoció a María Sabina, ella estaba en el apogeo de su poder. Era una señora grave y digna. Según decía ella misma, una vez que recibió el Libro de la Sabiduría pasó a formar parte de los Seres Principales, con quienes muchas veces se sentó a beber cerveza y aguardiente. Se hizo conocida en el cielo y la gente importante supo que había nacido.

“Yo soy quien habla con Dios y con Benito Juárez, soy sabia desde el mismo vientre de mi madre, que soy mujer de los vientos, del agua, de los caminos, porque soy conocida en el cielo… Soy hija de Dios y elegida para ser sabia. En el altar que tengo en mi casa, están las imágenes… (que) me ayudan a curar y a hablar. En las veladas, palmeo y chiflo, en ese tiempo me transformo en Dios…”

María Sabina decía que el día en que Cayetano llegó a su casa para avisarle que había decidido presentarla a unos hombres rubios se explicó la visión que tuviera unas noches antes, en una velada en la casa del síndico, de unos seres extraños.

“Parecían personas pero no eran familiares, ni siquiera parecían paisanos mazatecos”. Le dijo lo que veía a Guadalupe, la esposa de Cayetano, y le pidió que le ayudara a rezar. Doña Guadalupe rezó a Dios Cristo. Aquellos eran los extranjeros que llegaban a asomarse al misterio y que, a la larga, cambiarían no sólo su vida, sino la de toda la gente mazateca: los honguitos se lo habían avisado.

Ella insistió siempre, ante los fuereños, en que los honguitos son la sabiduría, y que esa sabiduría es lenguaje. Wasson y todos los que fueron después repiten con frecuencia esas palabras pero, al relatar sus experiencias, recae su énfasis en el terreno de las alucinaciones. El ojo se sobrepone al oído, tal vez porque hacemos el mundo más con los ojos y cada vez oímos menos.

Del lenguaje del que habló la chamana, ningún investigador ha podido dar noticia por cuenta propia. Todos hablan del lenguaje de ella, que califican como poético y elevado, y a ella la sitúan como una de las voces más nítidas e importantes de la poesía indígena del México contemporáneo.

Otra vez démosle voz a la Sabina, sobre el relato que recogió de su boca Álvaro Estrada: “Todo mi lenguaje está en el Libro que me fue dado. Soy la que lee, la intérprete. Ése es mi privilegio… Aparece el Libro y ahí empiezo a leer. Leo sin titubear… las cositas son las que hablan. Si digo: ‘Soy mujer que sola caí, soy mujer que sola nací’, son los niños santos los que hablan. Y dicen así porque brotan por sí solos. Nadie los siembra. Brotan porque así lo quiere Dios. Por eso digo: ‘Soy la mujer que puede ser arrancada’, porque los niños pueden ser arrancados… y ser tomados… Deben ser tomados tal y como son arrancados… No se necesita más”.


El lenguaje robado


María Sabina había permitido a Wasson, según el mismo acepta, que le tomara fotografías en estado de trance, a condición de no enseñarlas. Mostrarlas, dijo, sería una traición. De la grabación de los cantos, la sabia no se enteró sino años después, cuando el micólogo fue a darle personalmente el disco y el aparato para tocarlo.

La obra (libro y disco), producto de un equipo multidisciplinario, es hermosa realmente; las fotografías son espléndidas; el lenguaje de la chamana, rico en imágenes y símbolos, poderoso y suave, nítido y contundente. Pero el precioso e inapreciable documento es, al fin y al cabo, una traición.

Así lo dijo María Sabina a Ignacio Ramírez, unos cuatro meses antes de su muerte: “Mucha gente se aprovechó de mí… Recuerdo aquella vez cuando volvió a llegar Wasson. Me regaló un disco en el que venían mis cantos. Le pregunté cómo le había hecho. Nunca imaginé oírme a mí misma… Estaba disgustada porque en ningún momento le había pedido a Wasson que robara mis cantos. Mucho tiempo anduve llorando por esto y el insomnio no me dejaba dormir”.

Wasson sólo pudo pagar con fama aquel oficio de milagros, con el rédito de él colgando como un lastre. Se lo dijo así a la sacerdotisa la última vez que la vio, según contó ella misma: “María Sabina, tú y yo viviremos aún por muchos años”.

Después de Wasson llegaron a la choza de la Sabina muchos extranjeros en busca de los hongos maravillosos, y no porque estuvieran enfermos, sino para “conocer a Dios”.

“El día que por primera vez –contó María Sabina a Álvaro Estrada‑ hice una velada ante los extranjeros no pensé que algo malo fuera a suceder, pues la orden de atender a los rubios venía directamente de la autoridad municipal, con la recomendación del síndico Cayetano García, amigo mío. Pero, ¿qué resultó?: pues que ha venido mucha gente a buscar a Dios…

”En cierto tiempo vinieron jóvenes de largas cabelleras, con vestiduras extrañas… El uso indebido que los jóvenes hicieron de las cositas fue escandaloso. Obligaron a los principales de la ciudad de Oaxaca a intervenir en Huautla…”

Al iniciarse la década de los setenta, en efecto, los hongos mágicos se habían convertido en una droga “narcótica” reglamentada por el Código Sanitario y sancionada por el Penal. La persecución policiaca alcanzó a la famosa sabia María Sabina de Huautla. Llegaron por ella agentes federales y del estado de Oaxaca. Esculcaron su casa. La subieron a un automóvil junto con los honguitos que hallaron en el altar, una botella de San Pedro (tabaco rústico molido con ajo y cal), fotografías y reportajes, y hasta con el disco y “el objeto para tocarlo” que le había regalado Gordon Wasson.

La llevaron a la Presidencia Municipal. No se entabló juicio, claro, pero no le devolvieron sus cosas. La dejaron inmediatamente en libertad. No habían encontrado lo que buscaban; la mariguana todavía no se conocía en Huautla.

María Sabina le dijo al presidente municipal, Genaro Terán: “Tú sabes que nuestra gente no usa el tabaco que ese desdichado afirma que yo vendo. Me acusa de traer gringos a mi casa. Ellos llegan a buscarme. Me toman fotografías, platican conmigo. Me hacen preguntas, las mismas que ya he respondido muchas veces… y se van después de tomar parte en una velada…”


El nuevo lenguaje de los hongos


María Sabina se paseaba impaciente. Su respiración se oía como un fuelle pequeño, apenas del tamaño de sus pulmones. La desnutrición de por vida iba replegando bajo su piel a su alma grande. La chamana llevaba encima el peso de todos los que había curado: “Me han enfermado. Estoy débil, me obligo para hablar. Estoy abandonada. Creo que estoy pagando las consecuencias. Cargo las enfermedades de todos los que curé. Ya casi ni duermo”.

La famosa sacerdotisa resumió el hecho y sus consecuencias: “Vinieron muchos extranjeros a buscar a Dios. Unos dicen que vienen a curarse… Dicen que tienen azúcar en la sangre. No conozco esa enfermedad. Sólo sé que el espíritu es quien enferma. Y el espíritu es quien enriquece; las personas que han alcanzado la fortuna es porque sus espíritus han viajado al reino espiritual de la riqueza.

”Desde el momento en que los extranjeros llegaron a buscar a Dios, los niños santos perdieron su pureza. Pedieron su fuerza, los descompusieron. De ahora en adelante ya no servirán. No tiene remedio. Antes de Wasson yo sentía que los niñitos santos me elevaban. Ya no lo siento así. La fuerza ha disminuido”.

Los últimos treinta años de su vida fueron de intensa actividad para María: además de buscar el sustento con su propio trabajo, tuvo que hacer lugar para oficiar y desvelarse por propios y extraños, curar y hablar, contar su vida a más de tres, ir a la cárcel, a la televisión, al cine, y finalmente al hospital, varias veces. Por todo este ajetreo, a la mujer espíritu se le dio fama por alimento.

Encima, la despojamos del único tesoro que tuvo: el estado de gracia en que vivía como oficiante de misterios que era, el Dorado de las leyendas que las hordas de la civilización fuimos a buscar a su choza durante seis lustros consecutivos.

Pagamos el descubrimiento llevando la civilización a la sierra. Los honguitos ya no se recogen en las cañadas, ahora se compran. Dejaron de pertenecer a la comunidad mazateca. Así lo dijo un anciano chamán a Álvaro Estrada, en 1969:

“Lo terrible, escucha, es que el hongo divino ya no nos pertenece. Su Lenguaje ha sido profanado. El Lenguaje ha sido descompuesto y es indescifrable para nosotros…

”‑¿Cómo es ese nuevo lenguaje?

”‑¡Ahora los hongos hablan nguilé (inglés)! Sí, es la lengua que hablan los extranjeros…”


Plan de la Salida


Todavía regresé a la casa de Cayetano a preguntarle:

‑Don Cayetano, ¿no se siente usted mal, no se arrepiente de haber presentado a Wasson con María Sabina?

‑No. ¿Por qué?

‑Pues todo está tan cambiado aquí, y usted en cierta forma es el responsable de ello. Ayer dijo que antes los honguitos no se compraban ni se vendían, que sus abuelos ellos mismos los iban a recoger. Y ahora ya ve, se ofrecen en la calle, hay un comercio.

‑No. No me arrepiento. Hice lo que debí hacer… Y del comercio, le voy a decir: De los honguitos no puede hacerse rica una persona porque Dios lo está viendo todo. Ese dinero no se sabe cómo se gasta porque es de Dios.

‑Pero, ¿y del trato que les dan los jóvenes, no se siente mal?

‑No. Me siento bien. Tengo la conciencia tranquila. Con las costumbres de los que vienen, allá ellos. Para nosotros los hongos siguen siendo sagrados.

Regresé como salido de un derrumbe. El sol de la chamana declinaba. En la escuela ningún niño vestía a la usanza mazateca. Todos hablaban español. Todavía, hice un repaso de la tragedia de la Sabina:

“Los honguitos me revelaron cómo era yo: Es una visión en que me veo convertida en un feto. Un feto iluminado. Y sé que en el momento en que nací estaban presentes los Seres Principales. También estaba el corazón de Cristo… Después era una niña, y los niños santos vinieron a jugar conmigo… Una vez me llevaron con los Seres Principales y me dieron un Libro…

”Los niños santos hablaban por mí. Sabía el Lenguaje… De pronto me vi rodeada de extranjeros que vinieron a buscar a Dios: me robaron todo, hasta mis cantos, y fui a parar a la cárcel…

”La última vez que comí hongos –contó María Sabina a Ignacio Ramírez‑ subí al cielo. Dios me dijo: ‘Qué andas buscando? Ya no comas más hongos, de lo contrario te vas a quedar en el camino y ya no vas a regresar… Ahora tengo pesadillas, estoy muy débil. Creo que hasta los hongos me van a matar…”

Entre los investigadores aún se discuten las visiones y todavía no se vislumbra el contenido del lenguaje que fuimos a buscar en los hongos maravillosos. María Sabina tuvo respuestas para todos. ¿Quién la oyó? Ella, que sabía el lenguaje, no podrá decir más. Nos quedamos sin intérprete en un país extraño.


Tumba de María Sabina Magdalena García
La Mujer Espíritu

Ella ya está en el cielo, donde era conocida de antes, en alegre ágape con los Seres Principales de los que forma parte, ahora para la eternidad.





Cantos chamánicos de María Sabina (fragmentos grabados por Robert Gordon Wasson en una velada del verano de 1957)


Nadie se interpone, nadie pasa.
Nadie nos espanta, nadie hace dos caras.
Señor San Pedro, Señor San Pablo.
Justicia que es buena, ley que es pura.
Ley que es clima buena...
¡Anímate!
Con constancia,
Con leche de mamar, con rocío.
Con frescura, con ternura.
Nadie que espanta, nadie que hace dos caras.
Voy a dar justicia hasta la casa del cielo.


Hasta delante de tu vista, delante de tu gloria.
Mi madre patrona, madre princesa, corazón de Jesús.
¡Que viva!
Soy la mujer licenciada, soy la mujer de trámites.
Nadie se interpone, nadie pasa.
Soy mujer de justicia, mujer de ley.


Soy mujer limpia, soy mujer buena.
Mujer espacio soy.
Mujer de día soy.
Mujer de luz soy.
Nadie que le espanta.
Nadie me hace dos caras.
Mujer licenciada soy, mujer de trámite soy.
Le voy a dar cuenta a mi Señor.
Y le doy cuenta al juez.
Y le doy cuenta al gobierno.
Y doy cuenta al Padre Jesucristo.


Y mi madre princesa, madre patrona, ay Jesús, Padre Jesucristo.
Mujer de peligro soy, mujer de hermosura soy.
Le queda mi Libro.
Mi querido obispo, bueno, limpio.
Mi buena y limpia oración.
Mi buena y limpia monja, ay Jesucristo.
Nadie que me espanta, nadie que me hace dos caras.
Mujer licenciada soy, mujer de trámites soy.
Voy al cielo, Jesucristo.


Y la ley me conoce, el gobierno me conoce.
Y me conoce el juez, y me conoce Dios, Padre Jesucristo.
Mujer licenciada soy, mujer de trámites soy.
Voy al cielo, allí está mi papel.
Allí está mi Libro.
Hasta delante de tu vista, hasta delante de tu boca, tu gloria.
Ay Jesucristo, ay Ave María, y Jescristo...