martes, 22 de marzo de 2011

Grandes Fiestas en León de los Aldama

      Esta es una historia que me contó hace poco mi abuelo Joaquín de cuando tenía unos 20 años, para esta fecha el patriarca de la familia ya tiene cumplidos sus 90 años. Si eres de mi familia verás esta historia con ojos de hijo, nieto o bisnieto. Si no lo eres, el interés radicará en un pequeño esbozo de como era lo que hoy conocemos como Feria Estatal de León, de como era la vida que se llevaba en esos años en el campo y la ciudad. Mi abuelo en estos momentos no puede andar a "pespuntilla", a pie, pero se que pronto lo volverá hacer...



     Muy temprano, a las cinco de la mañana de aquél Sábado 19 de Enero de 1940, Joaquín Infante temblaba más de emoción que de frío, tras lograr el (no muy  de acuerdo) permiso de su señor padre don Cesáreo Infante, estaba listo a sus 20 años para conocer por su cuenta, y por primera vez, la famosa fiesta del 20 en León Guanajuato. Hacía casi un año que esperaba la fiesta, hacía un año que lo venía comentado con don Chayo, como también le llamaban a su señor padre. Todavía el Viernes por la noche, don Chayo le recordaba a Joaquín que en la mañana lo esperaba para que usara su yunta, él saldría como siempre a las cuatro de la mañana para irle a dar de comer a los bueyes. Joaquín reclamó a manera de súplica que desde antes de venirse a vivir del rancho La Venta a Lagos  don Chayo le había prometido dejarlo ir, y que ahora no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad. Don Chayo guardó silencio pensativo.
- ¿Entonces...Siempre quieres ir...?
- ¡Seguro, yo quiero ir al 20,  a León...?
- Bueno...de todos modos me llevas de almorzar, ahí te espero con el almuerzo, y te llevas un lazo y un machete pa que te traigas una brazada de leña...
- ¡Si apá...!

     Como a las ocho de la mañana llegó con el almuerzo, a donde lo esperaba don Chayo, y una vez que terminaron, Joaquín se levantó con prisa.
- ¡Ahi nos vemos apá! ya me voy...


     Se dirigió al arroyo donde tumbó ramas verdes de Sauce, Pirul, Olmo y completó una tercia de garrote, ya con ellas bien aseguradas con el lazo, se encamino con mucha prisa rumbo a su casa, con la intención de que no se le hiciera más tarde. Poco antes de las 11 de la mañana, casi al llegar a ella, comenzó a percibir el rico  aroma del guiso de doña María Abraham Cardona su madre, a quién todos llamaban Abrahana, el día anterior habían matado un puerco, por lo que al llegar encontró las pilotas de Chicharrón, los guisos de rellena y el espinazo preparado con mole y arroz, y a la muchacha que ayudaba al quehacer, haciendo tortillas en el comal. Pero para Joaquín ya no había más tiempo que perder y acabando de acomodar la brazada de leña en su lugar, fue en busca de sus ocho pesos ahorrados y de su cobija más vieja, que no le doliera en lo material si acaso los bandidos que había en el camino lo asaltaban.


- ¡Pues ya me voy amá, me voy al 20!
- ¡Pero hombre, hasta pierdes de comer por andar de fiestero...!
- ¡No me importa que no coma, yo me voy a la fiesta..! ¡Y pos ahi nos vimos, Dios que les bendiga, yo voy a mi camino...



     El camino sería largo, a pie le tomaría lo que restaba del día para llegar a La Venta, ahí descansaría hasta la una de la mañana en que unido con el lechero, ya con los burros listos, partieran rumbo a León para llegar como aquello de las siete u ocho de la mañana. Apenas tocó la salida por el camino de Santa Elena, cuando sonaron las campanas de la Parroquia llamando a misa de doce. Joaquín sólo apresuró su paso.

     Pero sucedió que Joaquín andaba con mucha suerte, y poco antes de llegar, a lo que hoy se conoce como La Ermita, a poco menos de la mitad de camino entre Lagos y León, escuchó a lo lejos el rugir de un gran motor, era Baltazar o Balta como le decían, manejando el "Chapultepec"  que junto con el "Lucero" eran de los primeros, o los primeros autobuses de pasajeros que salían de Lagos a León haciendo ruta de ida y vuelta. Camioncitos que en ese entonces eran de metal y madera. Pronto alcanzó a Joaquín y al reconocerlo Balta hizo alto.
- ¿A donde vás...?
- Pos voy a León...
- ¡¡Subete..!!
    Así de esta manera todo su plan cambió para bien, ya no habría necesidad de hacer alto en La Venta de Purísima y se ahorraría toda la caminata de la madrugada junto al lechero. A las cinco o seis de la tarde estaba llegando al Parque Hidalgo.
- Aquí me bajo Balta....
- ¿Aquí te quedas..?
- Sí, ¿Cuanto te debo...?
- Dame solo 50 centavos.


    Cruzó toda la arboleda del parque para enfilarse a pie rumbo Al Barrio, sabía de algunos parientes, sabía más o menos de la calle, pero no del lugar exacto. Así que después de un buen rato de caminar y llegando casi al Templo del Barrio, tendría que volver a confiar en su buena suerte para dar con ellos. Comenzó a preguntar por ellos aquí y allá sin una respuesta favorable. Se detuvo con una señora que tomaba el fresco de la tarde y volvió a preguntar.
- Oiga, ¿No sabe usted si por aquí vive un tal Ramón Infante, o una señora llamada Úrsula...? Tienen una hija llamada Margarita...
- Noo, pues la verdad no, no me doy cuenta, hay algunas gentes nuevas que están rentando unas casas pero no sabemos como se llaman...
  En esas estaba cuando escuchó su nombre.
- ¡Joaquín, Joaquín...Vengase, aquí es...!
    Era doña Úrsula que se encontraba a unas dos o tres puertas de donde se encontraba el perdido. Una vez más la suerte se le presentaba como buena aliada.
- ¡Qiubole Joaquín...! ¿Que andas haciendo por acá? ¿Vienes al 20..? -Preguntó a manera de recibimiento Margarita.
- Pos si Margarita...¿Como está por ahí la fiesta...?
- Pos está jalando Joaquín...¡Que bueno que haigas venido..! Ya no te vas pa Lagos, aqui te quedas pa trabajar, aquí se gana muy buen dinero adornando zapato.
- ¡Pos si! pero pues yo me tengo que ir, yo tengo compromisos en Lagos, y si me quedo...¡Vienen por mi...al quedarme..vienen por mi...!
- Mañana te vamos a dar de almorzar bien temprano pa que te vayas a la fiesta, ¡Nomás no te vayas a perder! -comentó doña Úrsula.
- Pos a ver si no....



     A la mañana siguiente, el mero día 20,  Joaquín estaba terminando de almorzar como a las ocho.
- Se me viene como a las dos pa que coma, aquí lo esperamos. - Le dijo doña Úsula.
      Y pa pronto tomó camino a pie por todo lo que hoy es el Malecón del Río hasta llegar a la Calzada donde se desarrollaban la mayoría de los eventos de la feria. El Arco de la Calzada era la orilla misma de la ciudad, más para allá de la Calzada sólo se miraban los sembradíos de milpa.
Joaquín pronto quedó envuelto por la algarabía de la fiesta, kermesse, desfile de carros alegóricos, peleas de gallos, carreras de bicicletas, matiné en el Hotel Condesa, exposición ganadera, corridas de toros, y ahí estaban entre los juegos mecánicos, la enorme rueda de la fortuna, la ola, los volantines, carruseles. Mucho en que entretenerse, carreras de caballos, eventos deportivos, carrera de autos en reversa, concursos de bandas de música y toda clase de juegos permitidos y de vendimias. Cuando menos acordó ya pasaba de las tres de la tarde y el hambre se tuvo que conformar con una torta, había tanto que ver y escuchar, que le resultó imposible hacer caso a doña Úrsula.


     Cayó la tarde, comenzaron las verbenas en varias calles, la velada literaria musical para amenizar la coronación de la reina de las fiestas, el combate de flores, las serenatas y noches mexicanas y los fuegos pirotécnicos.


     Caminando Joaquín entre los puestos de la feria, se topó con uno que tentó su buena suerte, y queriendo aprovechar que la tenía de su lado, comenzó a jugar a la ruleta. La idea era multiplicar lo que quedaba de sus ocho pesos, pero la verdad es que mientras más vueltas daba la ruleta, el dinero iba disminuyendo hasta que se acabó. Joaquín se retiró del puesto, echando un vistazo a su alrededor como buscando su suerte.
- ¡¿Pos donde se entretuvo que no me siguió...?! - Pensó.

    Pasaba ya de las diez de la noche cuando enfiló, de regreso por el río, hacia el Barrio. Doña Úrsula ya lo esperaba en la puerta cuando llegó. Joaquín quiso disculparse al ver el semblante enfadado de ella, pero doña Úrsula no le dió tiempo y el regaño comenzó.
- ¡Pues porqué no viniste a comer...ya nos tenías con la preocupación, te estuvimos esperando,ya pensabamos que te había pasado algo o que te habían encerrado en la carcel..! ¿Y ya comiste algo?
- Pues si, por hay me compré una torta.
- ¿Y a poco si te vas a ir mañana Joaquín...? -preguntó Margarita.
- Pues si, esa es la idea. Además ya se me acabó el dinero...
- Pos te damos...quedate toda la semana...
    Margarita le daba 20 centavos y Manuel Infante, hermano de ella, le daba 25 centavos, asi Joaquín se pasó toda la semana en León.


      Y el regreso a Lagos comenzó el siguiente Sábado a la 6 de la mañana a pie... a "pespuntilla", todavía al pasar por el Parque Hidalgo para tomar la salida, echó un ojo para ver si ubicaba por suerte a Balta con su Chapultepec o su Lucero, pero la suerte se había quedado en la fiesta, así que continuó su paso por el camino a San Juan de los Lagos. Algunas horas mas tarde llegó a Lagunillas donde algunos conocidos y parientes le invitaron a almorzar, y después de recibir un costalillo de tortilla dura para que comiera en el camino, se despidió y siguió su camino. Un ratito más, bajo el raro sol de Invierno,  llegó a La Venta, de recuerdos frescos todavía, el encuentro con sus amigos y familiares de siempre le hicieron olvidar por un momento el cansancio y la soleada que traía encima.




Otra vez a contarles sobre su semana en León, las buenas nuevas sobre los parientes y ....otra buena comida.
-¡Llevate este costalito de tortilla dura!
-¡¿Otro?! ¡Pero pues si mas bien aquí les iba a dejar este otro pa los puercos!

      La oscuridad se hizo dueña del camino, el lugar, donde años después se construiría la Ermita, le anunció que detrás de la loma se dejaría ver el caserío de lo que era Lagos. Atrás quedaba el viaje a la algarabía, el ruido, las luces de colores...al frente le esperaba la tranquilidad de su tierra...el regaño de sus padres y su yunta para arar la tierra...Joaquín sonrío...