viernes, 4 de junio de 2010

Algo Tambien Confuso sobre Los Restos de los Padres de la Patria

El congreso mexicano, por decreto de 19 de julio de 1823, declaró beneméritos de la patria en grado heroico, a los señores don Miguel Hidalgo, don Ignacio Allende, don Juan Aldama, don Mariano Abasolo, don José María Morelos, don Mariano Matamoros, don Leonardo y don Miguel Bravo, don Hermenegildo Galeana, don José Mariano Jiménez, don Francisco Javier Mina, don Pedro Moreno y don Víctor Rosales; disponiendo se exhumaran sus cenizas, y se depositaran en una caja que se conduciría a México, custodiándose la llave en el archivo del congreso.



"Los restos pasaron por Zacatecas, Aguascalientes, Lagos, León, Guanajuato capital, San Miguel Allende, Querétaro, San Juan del Río y finalmente a la ciudad de México, donde fueron recibidos en la Basílica de la Virgen de Guadalupe para posteriormente ser depositados en el templo de Santo Domingo y finalmente en el altar de los reyes de la Catedral Metropolitana el 16 de septiembre e 1823", especificó el cronista vitalicio de Dolores Hidalgo.Alberto Gloria Zavala.
La caja se depositaría en la catedral, con una inscripción propuesta por la universidad, aprobada que fuera por el gobierno. Ese decreto se publicó en la Gaceta del día 5 de agosto del mismo año.

Las autoridades de Guanajuato se apresuraron a darle cumplimiento, y al efecto se dirigieron la tarde del 31 de agosto a la ermita de San Sebastián, donde se hallaban depositados los cráneos de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez los cuales fueron exhumados con toda solemnidad, y conducidos a la parroquia, donde se hallaban de antemano las huesas de don Francisco Javier Mina y don Pedro Moreno.

“A las cinco de la tarde del día 31 salieron de las casas consistoriales la excelentísima diputación, ilustre Ayuntamiento y jefe político, acompañados de todos los empleados públicos y demás personas distinguidas de la ciudad que fueron convidadas, y en medio de un numeroso pueblo se dirigieron a la ermita de San Sebastián. A su llegada dio la señal el canon y se exhumaron los cráneos de los ilustres y beneméritos Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez; los que se colocaron en una urna. La comitiva estaba colocada en el mejor orden. Abría en ésta un número considerable del pueblo con cirios encendidos.

Dos miembros de la excelentísima diputación, dos del ilustre Ayuntamiento y dos oficiales conducían el féretro; por letras se veían colocados en dos alas, todos los empleados públicos y demás convidados, cerrando la marcha el ilustre Ayuntamiento, excelentísima diputación, y el jefe político, escoltados por la tropa que guarnece esta ciudad y la música del regimiento de infantería número 1, que al instante vino de León.

Los balcones y azoteas de todo el tránsito estaban coronados de multitud de gente que había acudido a dar los últimos adioses a los padres de su libertad, y el silencio del dolor que se veía pintado en sus semblantes, era la prueba más auténtica de la veneración y respeto que inspiraron los restos de aquellos mártires.

En este orden se dirigieron a la iglesia parroquial donde entraron ya al anochecer a la luz de muchas antorchas; allí se hicieron las ceremonias del ritual y quedaron depositados con las huesas de los beneméritos Mina y Moreno, que habían sido conducidos de antemano de los campos en que los sepultó la fiera mano del despotismo, colocándose en un suntuoso túmulo que estaba dispuesto en medio de la iglesia con grande aparato, y quedando custodiados por la tropa que se destinó al efecto.

A las nueve de la mañana del 1º de septiembre se celebraron unas pomposas honras, terminadas las cuales se condujeron las urnas al Pardo, donde las recibió el oficial que debía conducirlas México.

El día 2 del mismo mes de septiembre por la tarde llegaron los restos a San Miguel el Grande, habiéndoles recibido en el punto de Belarde una comisión del Ayuntamiento, que se dirigió a la esquina de Alvenis, tomando aquí las urnas ocho municipales, que custodiados por la tropa y reunidos a las autoridades, las condujeron al convento de la Concepción, en el cual se cantó un solemne responso, saliendo en seguida para el templo de San Francisco, donde quedaron depositadas las urnas esa noche.

El día 3 a las nueve de la mañana comenzaron los solemnes oficios, pronunciando la oración fúnebre el presbítero don Nicolás Incapié, terminada la cual salió del templo la comitiva, dirigiéndose al convento de Santo Domingo, donde recibió los restos el oficial de la escolta.

Al medio día del 5, llegaron las urnas al camposanto de San Sebastián de Querétaro, donde las recibieron las comisiones nombradas de antemano, conduciéndolas de allí al templo del Carmen, en el cual se cantó un solemne responso, hallándose presentes las autoridades, corporaciones, etcétera, dirigiéndose luego la comitiva a la parroquia principal, cantándose a las cinco de la tarde una vigilia.
El día 6 por la mañana se cantó una misa, terminada la cual se entregó la urna al jefe que la conducía a México.

Las urnas llegaron a México a las tres de la tarde del 16, y fueron depositadas en la iglesia de Santo Domingo.
El 17 se trasladaron a la catedral por la estación , haciéndose por la guarnición los honores que determina la orden del día.


“Dentro de la caja o sarcófago se dejó cabida para una urna ricamente adornada toda de cristales (lo que proporcionaba que el público viera los preciosos restos de sus primeros libertadores) y sobrepuestos de metal dorado, arabescos y láminas de plata, en que se puso el nombre de cada héroe que con separación se ven reunidas, y hacen el contraste más tierno y grandioso.”

De los documentos que reproducimos se deduce claramente que sólo llegaron a México y se depositaron en la catedral los cuatro cráneos de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez y las huesas de Mina y de Moreno.
 Todo indica que la calavera de Pedro Moreno no fue recuperada de su entierro en Lagos, aunque sí el esqueleto de su cuerpo en la hacienda de La Tlachiquera.



El entierro de Xavier Mina fue localizado cerca del sitio donde fue abatido, y sus restos fueron introducidos en una caja que proporcionaron los dueños de la hacienda de Cuerámaro, misma en la que fueron puestos los de Pedro Moreno y en Tacámbaro se recuperaron los de Víctor Rosales.

Sin embargo, tan pronto como el Congreso dejó las osamentas de los héroes en la Catedral, se olvidó de ellas
Lucas Alamán, detractor y crítico de los héroes, mandó hacer una caja nueva, pues en una ocasión en la que visitó la cripta, encontró ya casi destruida la original y en situación poco digna las osamentas. No estaba claro cuántas cajas habían sido depositadas y,  al ajetreo del traslado, se unió el desorden provocado por la incuria.




El 16 de septiembre de 1925 y en ocasión del traslado de los restos de los Héroes de la Independencia de la Catedral hacia el Ángel de la Independencia, el cronista Jacobo Dalevuelta resaltó la escasa pompa del acto a la salida de la Catedral —donde estaban los restos, en la capilla de San José, desde 1895—, en contraste con el posterior desfile militar en el que participaron 20 mil soldados “vigorosos, marciales”.
Al momento de la salida, siete de la mañana, había en torno de la Catedral estudiantes, descendientes de Guadalupe Victoria, la nieta del general Matamoros, historiadores, senadores, veteranos el Ejército, diputados, el presidente de la Suprema Corte, miembros de logias.
Tres urnas de cristal de roca y oro, con los restos de los Héroes, se llevaron “en tres armones de artillería tirados por magníficas mulas ”, relató el cronista.
Una hora duró el paso del cortejo por Reforma: “Nuestra rúa principal estaba pletórica.
Y no recordamos haber visto ninguna cabeza masculina cubierta. Todo el pueblo, todas las clases sociales que vieron pasar el cortejo complementaron el espectáculo brillante, con su actitud respetuosa.
Y de los balcones, henchidos de mujeres en su mayoría, arrojaban flores naturales sobre las urnas negras, severas, abrillantadas por la luz del sol magnífico de la hora.
…Había en aquellos millares de caras, el semblante de unción, del respeto, de la gratitud y del amor a nuestros santos libertadores”.
El cronista cuenta que las urnas fueron recibidas por el Presidente Plutarco Elías Calles, quien procedió a llevarlas a la cripta.
En la urna que contenía los restos de Hidalgo, Calles se permitió un gesto memorable: ¡la abrió y depositó allí su tarjeta en la cual previamente había estampado su firma! El reportero describió el contenido de las tres urnas: en la de cristal coronada por un águila nacional iban cuatro cráneos: los de Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Mariano Jiménez e Ignacio Aldama.
Describe que en la segunda iban los restos de Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, Andrés Quintana Roo y su esposa y heroína Leona Vicario.
Y en la tercera señala que estaban las osamentas de Nicolás Bravo, Mariano Matamoros y la gaveta dedicada a Morelos que —escribió— “debe ser de Francisco Javier Mina o Pedro Moreno”.
Al término de la ceremonia en el Paseo de la Reforma inició un desfile militar de dos horas con 15 minutos y el mismo reportero describió que desde que había iniciado su profesión no recordaba haber visto tropas tan organizadas como las de aquel 16 de septiembre de 1925.



     Mientras mas leo sobre el tema, más confundido me quedo. ¿Quienes realmente se encontraban en la columna de la independencia?. Lo único que me queda claro es que el problema comenzó desde el momento mismo en que los trasladaron a México, tuvieron que hacerlo en dos meses y luego en la manera en que los trataron y trasladaron. Ojalá la tecnología de estos tiempos logre esclarecer cuales y de quien son los restos de cada uno de nuestros heróes. Huesos revueltos, cuerpos incompletos, huesos olvidados, rumores de huesos desaparecidos, que alguien se llevó una bota como reliquia, que los albañiles andaban jugando con ellos, que un  miembro de la acaudalada familia Escandón habría comprado la supuesta calavera de Pedro Moreno, siendo que ésta no había sido recuperada desde el inicio, que a Morelos se lo llevó su conservador hijo a Francia,  y que hasta el último virrey de la Nueva España Juan O'donojú acabó revuelto con las huesas de los insurgentes.

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