martes, 26 de enero de 2010

El Caballo que sacaba borrachos de las Cantinas


 Siendo el Capellán de la Iglesia de "El Calvario", en León Guanajuato, cuando todavía ésta se encontraba solitaria en el cerrito boscoso y los caminos llenos de flores silvestres, pues las casas mas cercanas eran las del rumbo de San José de Gracia, en la época en que las construcciones eran de adobe crudo, pisos de terrado y las paredes encaladas. León entero le conoció como el Padre "Don Prudencio". Un caballero alto, delgado y vigoroso, su cabello totalmente blanco contrastaba con su piel morena. Siempre dispuesto a hacer el bien, ya fuera con sus atinados consejos o con ayuda material pues su único propósito era aliviar necesidades. Don Prudencio acudía al llamado de la gente acongojada, y lo que muchas veces sorprendió fue que de manera anticipada decía lo que iba a pasar como adivinando el futuro, como el caso de Longines que murió calcinado por un rayo. Unos días antes le había dicho a su mujer: no andes cerca de tu marido, pues va a morir trágicamente en castigo por su vida descarriada que lleva.




Pues bien, el Padre "Don Prudencio", por las noches cuando terminaba las labores del ministerio y despachaba su frugal merienda, montaba su caballo al que llamaba "coyote" igual que a los descarriados que a deshoras encontraba por las calles o en las cantinas. Dice la historia que después de mandar ya regañados a lños trasnochadores a dormir, éstos pensaban engañarlo y doblar la primera esquina para regresar a la cantina, topaban con Don Prudencio que ya les esperaba sonriente y con el consabido estribillo: Creíste engañarme coyote; y posteriormente procedía a llevarlos por delante con la persuasiva colaboración de su caballo que, como sabiendo su obligación, los empujaba no muy amigablemente con el hocico y les mordisqueaba la espalda. Ya instalados en sus casas los borrachines, Don Prudencio volvía a trote para desalojar las cantinas donde se originaban pleitos y se dilapidaban los pocos reales del salario exiguo que debían llevar a sus familias.



El 4 de abril de 1885 muere Don Prudencio, y todavía mucho tiempo después su caballo se escapaba por las noches de los corrales para recorrer las calles del barrio por las que trotara con su amo, parándose frente a las cantinas como lo había hecho por años, haciendo sonar sus cascos y relinchando con brío, lo que era suficiente para que los bebedores, como respetuoso homenaje a quién, tanto bien les hizo, abandonaran las tabernas y fueran a sus casas tranquilos con su conciencia. Los borrachines al ser llevados a sus casas veían el ánima de Don Prudencio sobre el caballo.

¡¡¡SALUDOS A TODOS LOS QUE LES GUSTA TRASNOCHAR...!!!

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